
El famoso cantante panameño Rubén Blades escribió una canción muy conocida llamada «Plástico»,
título que hace referencia a la vida superficial y de apariencia que viven muchas personas. El mensaje de dicha canción es expresada en el coro: «Se ven las caras, pero nunca el corazón», y aunque la canción no fue escrita pensando en el campo espiritual, si observamos bién, nos damos cuenta que es también algo que se aplica a la vida espiritual de muachas personas.
Una de las cosas mas feas que yo he visto en las iglesias y congregaciones cristianas son personas que dicen ser creyentes, sin embargo, que en realidad solo juegan un papel (como buenos actores) en su iglesia, pero que cuando no están en ellas, son una persona totalmente diferente. Esto lo hacen para aparentar ser un buen cristiano, o para justificarse así mismo. Lo peor es que frecuentemente son éstas las primeras en criticar el comportamiento de otros, quienes quizás abiertamente comenten errores, pero que en muchos casos tienen un corazón más sincero que lo «aparentadores». ¡Dios ama la sinceriddad en las personas!
¿No les ha pasado que al conocer alguna persona, al principio uno piensa que son de una manera, pero que después de conocerla mejor nos damos cuenta que son totalmente diferente? ¿Saben lo que es? Es lo que está adenro de la persona que es manifestado.
Jesucristo dijo:
«… porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones,
los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias…» (Mt. 15:19)
Y también:
«Por sus frutos los conoceréis…» (Mt. 7,16).
Una de las primeras cosas que adquiere un cristiano convertido verdaderamente es sabiduría espiritual.
Este crecimiento espiritual viene sólo por la Palabra de Dios (la Biblia), leyendo y escuchando con la correcta actitud en el corazon. La sabiduría espiritual nos enseña a no dejarnos llevar por las apariencias, sino más bién, a poner atención a lo que está dentro de las personas.
Quizás tu estás pensando en otras personas mientras estás leyendo este artículo… Pero, ¿qué de tí? ¿Que de mí? ¿Eres/somos realmente sinceros ¿Cuáles son nuestros frutos?
Espero que tu no séas un «aparentador», y si así lo fueras, pues todos tenemos defectos… ¿Pero, por qué no comenzar a cambiar a partir de este momento?
Amigo ten esto siempre presente: ¡podemos engañar a los hombres pero nunca a Dios!